sábado, 31 de mayo de 2014

TU MANTO ESCARLATA

Dulce paz me quiere envolver, la única razón de mi vida para que sonría eres tú...

Y aquí en medio del desierto, con una única espada empuñada, vestida de cilicio, llena de rasgaduras, ungida de ceniza, bañada de arena por la gran tormenta que aún me parece no haber salido. Y aquella lucha me dejó fatigada... huyo y corro pues su persistencia por destruirme es fuerte... se clava en el pecho y en cada golpe de espada, clamo a Dios que limpie mi corazón, pues su veneno entra y penetra hasta las coyunturas de mi alma y grito, y lucho con todas mis fuerzas, pero no queda tiempo el sol se esconde, y salgo corriendo, pues limpia quiero ser.
Mis rodillas flaquean, mi corazón late fuerte por cada paso que doy, mis lágrimas caen por mi cara.
¿Cuándo llegaré al oasis que tanto me prometiste? ¿Por qué tengo que huir continuamente? ¿Por qué me persigue ese demonio? ¿Por qué tengo que luchar continuamente contra él?





Sumergirme en tus aguas es mi gran sueño, mi corazón salta en mi pecho cuando pienso en tu amor...
Lenguas angelicales salen por mi boca, no se que palabras decir, cuando oigo tu nombre en mi corazón, visualizo tu manto rojo, ese manto que significa que cargaste mis culpas, ese manto que significa que derramaste tu sangre sobre mi, humillación, y exaltación al padre.

Vence mis tinieblas con tu luz. ¡Se mi fuerza hoy oh Señor!. Hoy puedo sentir que sin ti yo no puedo, te canto mientras lucho contra todo lo que me asedia, y mientras tanto tu voz suave, pero llena de firmeza me dice lava tu corazón... y ahí entre llantos, entre toda esta batalla que no me deja huir, ni aún puedo vencer, entre puñalada de espada, entre gritos de guerras, el polvo de la tierra se levanta por las pisadas, mi cara llena de tierra, mis rodillas caen al suelo, mis respiración se vuelve en jadeos pues no puedo respirar, ¡no tengo fuerzas!. Ya ni una lágrima cae a tierra, mis manos clavadas en la tierra junto a mis rodillas, mi cabeza doblada junto a la curva de mi pecho hueco.
Se acerca lento con una sonrisa de satisfacción, pues su espada está lista para  matar mi corazón... para no poder sentirte nunca más. Me adueño de la última toma de aire que mi boca puede tomar, cierro mis ojos, siento mi corazón bombear, sus pies de acero frente mi cabeza, empuña su espada... ¿preparada para morir?
Dentro de mi te pregunto ¿es este mi final? ¿lo mandaste tú por mi castigo?
Y de repente entre toda la tormenta de arena oigo un rugido, el demonio se da la vuelta para divisar que fue eso... y aparece el Gran León que se lanza a su cuello y lo desgarra matándolo ahí mismo... Me abrazo a ti, pues es ahí donde quiero estar, ser tuya nada más.

Al final me he dado cuenta que conmigo siempre estarás, que aunque no tenga fuerzas, tu mano me das.
Límpiame, límpiame... déjame más blanca que la nieve, hazme tuya, rompe con todo lo que me aparta de ti... pues hoy puedo decir que sin ti yo no puedo.
Y aún en medio de toda mi guerra ahí estás para salvarme.
Observando tu manto escarlata, arrodillada representando adoración.


                                                   

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