lunes, 24 de diciembre de 2018

NO EXISTE NAVIDAD SIN JESÚS.

Para mi este año que se despide con la Navidad, tiene en las espaldas demasiadas cosas buenas, y lleva inscrita en sus andares la palabra "agradecimiento".
Y es que tengo tanto que agradecer a Dios y a las personas que me rodean... que han hecho de mi cada día una mejor persona.

 Este año, he podido disfrutar de grandes logros, de bellas promesas, de inquietantes momentos llenos de risas, y aunque he sufrido momentos muy oscuros, que me han llevado a una introspección más profunda... nunca conseguí dejarme vencer por la tristeza, la derrota y el sentimiento de decepción, pues el Señor siempre ha cambiado mi lamento en baile cuando menos lo esperaba. No entiendo como logra hacerlo, pero su mano siempre está para sostenerme y sacarme del desierto con el más bello milagro. 
Y es que Jesús desde que decidió bajar a la tierra con su gran Natividad, se hizo amigo de este mundo, y aunque todos decidimos darle la espalda, quiso compartir nuestras derrotas, conocer nuestros infiernos más temidos, llenar nuestras mesas con su pan y su presencia, deseó convertir en victoria nuestras batallas, y habitar en medio de nuestra soledad. Le supo a gloria su muerte, pues vio reflejado en el brillo de su sangre, su sonrisa al ver tu rostro mirar hacia él. Sintió el paraíso en su humilde nacimiento, pues vio reflejado en las estrellas, aquellas vestiduras de reyes que habemos de vestir cuando le veamos nuevamente. No fue en balde su nacimiento y menos su muerte. Pues Jesús vino a este mundo no solo para vivir como tú y como yo, sino para morir por ti y por mi. (Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Romanos 5:18)  De este modo y con este pensamiento debemos celebrar la Navidad, porque no hay Navidad sin Jesús. 

Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. Isaías 7:14.

              FELIZ NAVIDAD A TODOS.


                         

miércoles, 14 de noviembre de 2018

LA MUJER QUE TOCÓ EL MANTO.

Entonces Jesús y sus discípulos se levantaron y fueron con él. Justo en ese momento, una mujer quien hacía doce años que sufría de una hemorragia continua se le acercó por detrás. Tocó el fleco de la túnica de Jesús porque pensó: «Si tan solo toco su túnica, quedaré sana». Jesús se dio vuelta, y cuando la vio le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha sanado». Y la mujer quedó sana en ese instante.
Mateo 9:19‭-‬22 NTV

Me gustaría compartir algo bonito, tanto... que me ha calado muy profundamente en el corazón. Estando orando esta mañana sentí del Espíritu Santo, «ve y alcanza mi manto...» y voy al versículo de la Biblia donde aparece esta parte, y me dí cuenta de algo tan simple y que suele pasar desapercibido. «EL SEÑOR ESTABA DE ESPALDAS A ESA MUJER.» Jesús no iba hacia ella, tampoco se cruzaban, ni la miraba de frente, no cruzaron ninguna mirada, nada que pudiera ir directamente como he comentado antes. Jesucristo le estaba dando la espalda, así de simple, y ella aprovechando su espalda, y la poca comunicación que había entre ellos, tanto verbal como gestual, tocó su manto con una valentía y fe... (de que si así fuera seguro, seguro que sanaría) a ella le daba igual que no la conociera, ni hubiera un mínimo sentir entre ambos, a ella no le importó los sentimientos, (eso de que yo no siento a Dios y esas cosas tan coloquial que solemos decir...) pero ella le tocó cuando estaba de espaldas y fue entonces cuando Jesucristo la miró y la llamó "hija". ¿Te das cuenta? Se dio la vuelta, dejó de darle la espalda, la miró, y le dijo: hija, tu fe te ha salvado.
Aquí en esta escena, podíamos incluir también que ella sentía rechazo por lo que estaba experimentando en su vida, ella podía pensar que le rechazaría, e incluso algo mucho peor como gritarle !inmunda¡. ¡Vete a saber! 
En ocasiones es fácil que ese rechazo haga que veamos la espalda del Señor. Pero un pequeño acto de valentía cambió la situación de esta mujer por completo. Antes de lo sucedido, como he escrito anteriormente, SOLO podía ver la espalda de Jesucristo. (En otra perspectiva, no sentir a Dios). 
A veces hay que hacer un acto, un pequeño acto de fe, un mínimo esfuerzo por nuestra parte, para alcanzar ese milagro, y hacer que Jesús se de la vuelta, nos mire, nos llame hijos, y actúe conforme a nuestra necesidad... El SEÑOR te aseguro, está deseoso. Te ánimo a que tengas ese pequeño esfuerzo y te acerques a él, a JESUCRISTO.

                                                       Un saludo.