jueves, 18 de agosto de 2016

LA SERPIENTE Y LA MUJER.


El crepúsculo acaricia estrechamente el horizonte, con su cálido brillo hace descender la luz que tanto desagrada a los que la negaron. La luz muestra tanta cosas escondidas... ¿Verdad?
Hemos oído vuestra llamada de socorro, vuestro delirio desmesurado, muestra un destello eterno, infinitamente imposible para la raza humana. Se alarga en el tiempo. Los mortales no podemos sostener tanta agonía en nuestras manos. 
La moldeamos a nuestro antojo. La rompemos cuantas veces nos parezca, para así poder volverla a rescatar, pues el pensamiento de perderla es aún peor que el de abrazarla, aunque duela.


No hace mucho tiempo, una pitón enfurecida, susurraba encantamientos al oído de una bella mujer. No deseando ser desterrada de su hermoso cuello, la asfixiaba para que no cantara, ni adorara a su creador. Conforme paseaba sigilosamente entre las curvas de su anatomía, enrollaba sus extremidades con su largo cuerpo, para no desprenderse de ella, y así poder poseerla. 
La apretaba fuerte, sin romperle un hueso, la dejaba ausente de sueños. Un día aquella hermosa mujer perdió la visión, su voz se confundió con el sonido del aire, y dejó de caminar. Sus ojos dejaron de mirar al sol, pues aquella serpiente se los cegó. Su pelo se anilló a las ramas de los árboles, y allí enredada entre espinos quedó atrapada la encantadora mujer. La serpiente acabó convirtiéndose en su única compañía...
Nunca supo los motivos, ni se percató de ella hasta que no la dejó en aquella situación. Apareció sin más, y enredada la quiso dejar.
Una noche, paseando por aquel paraje, un hermoso ángel con un resplandor único, la vio. Se acercó a ella, y arrancando todas las brozas y espinas que la enredaban, acarició sus heladas mejillas. La serpiente poseedora de su cuerpo mostró sus dientes y silbó agresivamente, amenazadora se dirigió entre lenguas hebreas al ángel... El ángel miró a la astuta pitón, y le ordenó que la soltase.
Aquella serpiente resistiéndose a la palabra, empezó a desenredarse de la bella mujer. Conforme se deslizaba hacia las extremidades inferiores, aquella hembra, recuperaba la visión e inspiraba aliento de vida.
Pero aquella palabra no bastó para soltarla del todo, pues la mujer poseía la llave para cerrar la puerta de aquel recuerdo por donde entró silenciosamente la serpiente, para así poder desprenderse del todo de aquella enorme pitón.
El ángel, marchó en aquel instante; prometiendo su liberación desplegó sus alas.
La serpiente no pudo volverla a enredar por el poder que ejerció aquel ángel sobre ella. Pero la mujer con la llave en la mano y con el corazón lleno de esperanza, aún quedó presa de la malvada pitón. Tan solo era cuestión de tiempo y de fe. Con una promesa dictada en los aires la hermosa mujer pudo seguir su camino. Recuperó la visión, pero sus expectativas todavía quedaron algo confusas, así que recordando las alentadoras palabras del ángel, recuperó la fe, para poder alcanzar aquella esperanzadora promesa.

A veces nos convertimos en aquella mujer que dejando su camino, nos apartamos para enredarnos en los deseos infructuosos de nuestro corazón. 
Tan solo con acariciar los recuerdos del pasado...
Otras, somos como aquella serpiente, que deseando lo prohibido, enredamos y enredamos a nuestra presa, con un único, déspota y egoísta afán. Saciar nuestra sed y calmar nuestra ansia de lujuria, sin importarnos lo más mínimo nuestra deseada víctima... 

No más... no más. Pues para el que tiene corazón duele. 
No más... no más. Pues para el que tiene remordimientos, grande es su agonía.
Nuestra alma saborea la verdad, nos creamos nuestro propio mundo. Y todo tiene un apocalipsis indeseado. ¿Cuándo? Cuando oigamos de tormentas y estruendos, de terremotos y dolores, pondremos nuestros oídos atentos y dejaremos la musa escapar...


Tan solo olvida.

                                   


                                                

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