viernes, 30 de diciembre de 2016

MENUDA HISTORIA LA NUESTRA.

Cuando Dios tiene un propósito con una pareja, el camino que tienen que andar, se crea con la sabiduría de lo aprendido. No todo es un deleite, pero todo es un gran plan para lo que Dios los llamó. 
Siempre hay que saber que el Señor deja margen para el romance y para la diversión de la pareja, para la restauración, para la liberación, para la sanación de las personas y para el aprendizaje, y lo más bonito de esto, es que Dios usa todo aquello que les rodea, e incluso las peores situaciones para poder hacer cumplir su propósito y todo ello bajo su preciosa misericordia.

Esto es una carta de amor y de agradecimiento de una joven mujer hacia su esposo, y hacia Dios por haberse cruzado a tiempo en sus caminos.

«Menuda historia la nuestra»

De ser unos completos desconocidos, pasamos a ser conocidos, luego amigos, e irónicamente, el tiempo nos hizo lo mejores amigos, aquellos que se mueren si no están un día juntos. Aún puedo recordar aquellas llamadas que preguntaban con añoranza ¿Qué pasa hoy, no vienes a verme?, o las horas muertas en la peluquería, las risas en los cambiadores de los grandes establecimientos, las muecas escénicas con la música que avisaba que las luces del cine iban a apagarse. Las veces que me dejabas en ridículo haciéndote pasar por un tonto en medio de los centros comerciales, y todo aquel espectáculo era para sacarme los colores. Por no decir, tú típica pregunta, ¿Qué te parezco? ponme un número, del uno al diez. El siete siempre era el mío, aunque para mi fueses el diez.
Espera, déjame sacar de mi baúl aquella noche que te salvé en la playa de aquel corte de digestión por tu estúpida borrachera. ¡Vi un Ángel! Me dijiste, en medio de aquel alboroto.
Me encantaba viajar en autobús para poder ir a verte con alguna escusa tonta que te provocara una sonrisa... 
O aquel golpe de risa que me dio aquella noche de verano al descubrir en tu rostro el reflejo del asombro hacia el universo, y todo fue por mostrarte con un dedo a Júpiter. ¿Acaso no sabrías que junto a mi, años más tarde descubrirías todos los cráteres de la luna y todos los planetas que alcanzarían nuestros ojos.? Y no solo tú sino también nuestra semilla.
Jamás me olvidaré que llegamos a ser esos amigos fugitivos que necesitaban huir de noche, a escondidas, para hablar en todos los idiomas posibles. Aquellos que hacían que el mundo ignorase lo que se escondían entre miradas cómplices. Pero para Dios no había nada oculto que no habría de ser manifiestado... nuestro amor tuvo que ser expuesto a la luz, con gran dolor tuvimos que arrancar y derribar aquellos muros que nos prohibían lo que estábamos sintiendo. Era aterrador sentir aquellos pedazos de remordimientos desprenderse de la piel, pero fue liberador poder vivir el amor con todo el oxígeno que necesitaba cada poro de nuestra piel. El calor que sentí al saber que nunca más lamentaría la soledad humana, aquella que te deja un vacío, sin Dios créeme aquello sería imposible. 
Ahora después de recorrer el camino al altar, y llegar amarnos tanto que dimos su fruto... es inaudito pensar en despropósitos.

 No fue fácil abrazar la desesperación, la angustia del dolor, no fue fácil aprender lo aprendido.  Olvidar lo ignorado. Ser ignorantes en lo sabio. Y ser sabios en lo ignorado. La absoluta madurez se obtiene en los años aprendidos. Es uno largo camino el que hemos recorrido, y el que tenemos por delante... 

Esta felicidad prometida por Dios fue a base de golpes de dolor. Pero llegamos a la meta. Nadie podrá decirnos que aquí no estuvo Dios y que un día salió a nuestro encuentro en aquel camino.

 Llegamos a la promesa y te has convertido en un gran padre, en un excelente cocinero y cuidador, en un íntimo amigo y en un bello amante. En tantas cosas hermosas te has convertido que eres todos los años, el regalo perfecto de los Reyes Magos.
Siempre estaré eternamente agradecida a Dios por ti.

Dios es amor.

Porque tú siempre acabas siendo con Dios lo mejor del año.

Feliz año nuevo.

El Baúl de Cenicienta.