viernes, 8 de noviembre de 2013

LA MUERTE ANUNCIADA

La historia que voy a narrar, ha ocurrido en muchas ocasiones y a miles de personas por todo el mundo. No creo que tenga una explicación científica, más bien ocurre porque están ahí, y pienso que está vinculado con lo divino. Digo con lo divino porque estos sucesos le suelen pasar a personas que se dedican a diario a la oración y comunión con Dios.

"La muerte anunciada."

Una mañana de verano, me llamaron por teléfono una empresa que se dedicaba al cuidado de personas dependientes, enfermos y cuidados de niños en el domicilio, para incorporarme de inmediato, necesitaban llenar urgente, una vacante para un contrato de un año, y la precisaban con un buen currículum.
Tan contenta acepté para esa labor, que de inmediato me contrataron con un horario de mañanas, y la mayoría eran ancianos, con aseos encamados.

Me incorporé el día uno de agosto a las ocho de la mañana, en un edificio de viviendas donde vivía un anciano encamado con párkinson y alzhéimer, para ejecutar un aseo diario y pasivo.
Casi todas las mañanas se me hacía tarde diez minutos para entrar a la casa, porque la portera le encantaba hablar conmigo y yo andaba siempre con prisas y por no ser grosera acababa subiendo a la casa un poco tarde, Isabel que así se llamaba la mujer de Juan, no le agradaba ese retraso aunque estaba muy contenta con mi labor pues decía que yo tenía algo especial y que trataba con muchísimo amor a Juan... Así que yo siempre se lo echaba de más esos diez minutos, pues tenía una hora en su contrato y no podía quitarle tiempo.
Había transcurrido un año cuidando a Juan; ya casi era de la familia; sabían de mi fe, de mi devoción a Dios, a su hijo Jesucristo, y a la comunión que tenía con el Espíritu Santo mediante la oración y la lectura de las sagradas escrituras. 
Todos los días hablábamos de Dios, de su amor, de sus promesas, de sus mandamientos, y de los cánticos y salmos que le poníamos a Juan para que se alegrara un poco, pues ellos también eran un tanto religiosos y creyentes.
Isabel decía que notaba la presencia especial de Dios cuando yo entraba al cuarto. Se sentía muy bien, y no quería que la empresa me cambiara de casa. Me querían y yo a ellos.
Pero Juan empezó a empeorar, su estado era algo crítico, y ya lo habían ingresado en varias ocasiones, aunque regresaba otra vez a su casa por mejoría.
Su hija Isabel (se llamaba igual que la madre) venía todas las mañanas para ayudarme a asearlo pues era mejor y más cómodo entre dos.
Una mañana de esas su hija me comentó que no podía más, que su padre estaba sufriendo demasiado y que ella prefería su muerte antes que verlo así, aunque le dolería la ausencia de su padre Juan, pero no podía soportarlo más.
Yo entonces recordé un sermón que oí en la radio cristiana acerca de un salmo y una oración que hablaba de la muerte... y entonces le dije que cuando ella notara que no puede contenerlo más el sentimiento de frustración, que Dios escucharía su oración, que se arrodillara enfrente de la cama de su padre y que clamara a Dios, que se lo llevase, que no debería retenerlo más tiempo, que ya había pasado los ochenta años y su enfermedad no le dejaba vivir con plenitud, que se lo llevara por favor, y que tenga por seguro que Dios la escucharía y que cumpliría su petición.
Pasó dos semanas aproximadamente de esa conversación y yo olvidé aquella conversación...
Era viernes, terminé mi labor y me despedí cariñosamente de Juan.
Llegó el fin de semana, era domingo en la noche cuando yo me acosté, recé en la cama y me quedé dormida.
Entré en un profundo sueño... y en mi sueño veía a Juan en una cama de hospital y mientras cerraba los ojos murió, y al poco tiempo resucitó y exclamando dije: - ¡Juan ha resucitado!
Me desperté Lunes para ir a trabajar y entrar a la casa de Juan, cogí mi ropa para vestirme, y yo decía en mi interior, - he soñado algo y no me acuerdo... Dios mío ¿que era? y sé que es importante...
Suena mi teléfono, era Isabel la hija, y en aquel momento me vino el sueño a la mente.
Empecé a recordar todos los detalles.
Isabel llorando me decía -¿Dónde te has metido? Llevo todo el fin de semana llamándote. Mi padre, mi padre...
Yo le corté la palabra y le dije : - Isabel no me cuentes nada más, lo sé, ¡lo sé mujer! ingresaron a Juan en el hospital este fin de semana y murió allí... pero no te preocupes, tu padre ha ido a los lugares celestiales y está esperando la resurrección de los muertos en Cristo como anuncia la Sagrada Escritura. Lo he soñado esta noche. He sido informada Isabel y no me lo ha dicho nadie.
Isabel se quedó asombrada y me dijo - Hice lo que me aconsejaste, lo hice... me bajé a la capilla, me puse de rodillas y clamé a Dios y dije: si es verdad que tú escuchas ¡llévate a mi padre ya! y cuando subí a ver a mi padre ya había fallecido. ¡Bendito sea Dios por tu sueño pues está en el cielo y te lo ha anunciado!
Y así colgué el teléfono y me dispuse a ir a su casa para informar a la empresa de la muerte tan repentina. Cuando llegue a su casa, le dí el pésame a la familia y me marché sin más, con mi dolor y mi pesar, pues no pude ir a su funeral y ya no lo volví a ver. Pero sé que está en buen lugar y que espera la resurrección. Alguna vez que otra he visto a Isabel su mujer y me recuerda con mucho amor y añoranza.
Y así acaba esta historia tan triste y a la vez misteriosa pues existen cosas que no lo podemos explicar, como el sueño, lo que ellos sentían cuando yo entraba a la habitación, y el pequeño milagro que vivió su hija Isabel.
Cada uno puede pensar lo que quiera, es libre de hacerlo, pero yo sé lo que viví, y sé que fue real.

                                                    Fin

Aquí concluye "La muerte anunciada" espero que le haya gustado y no le haya parecido un tanto pesada, pues fue un caso real.

1 comentario:

  1. Qué historia!, no tengo palabras guapa!. Con sentimientos agri-dulces...
    Un beso guapa
    Lascosasdepi

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