miércoles, 10 de septiembre de 2014

TU COPA NO SE SECARÁ NUNCA

Soplo de aire templado, acaricia mi rostro, con la calidez de un rayo solar que atraviesa las hojas del árbol en el que estoy apoyada.
Mientras tenga vida esperaré tu faz observarme con delicadeza, con entrañable compasión, mientras tus suaves manos, acarician mis mejillas, y tu voz apaciguada me susurra: Yo siempre estuve ahí...

La verdad no es fácil caminar sin ti, caminar y caminar para llegar hasta el final, sin caer, sin tropezar, ¡Y Dios mío!. Alborotada se encuentra mi alma, y no quiero dejar los pocos instrumentos de lucha que me quedan entre mis manos; agotada y casi rendida, sin argumentos que pueda disputar en contra tuya, un suspiro se acoge a mi espíritu... 

En algunos silenciosos momentos, parece pararse las agujas del reloj, el tiempo es tomado entre mis dedos, perdiendo la consciencia de lo pasado, los motivos por los que mi alma clama con genuina lobreguez, la memoria de lo ocurrido parece convertirse en hojas vírgenes, esperando el típico rito con las que las suelo acariciar.
Pero es tan desesperante este momento, que olvidé cuales fueron los pasos que realicé para llegar aquí. 

El sol me acaricia suavemente en este momento, respiro con delicadez la brisa que se alardea delante de mi fisonomía. 
Solamente en ti se encuentra mi alma callada, pues con un solo dedo mandas silenciar mis tormentosos gemidos, dejándolos en reposada calma.
Tu presencia es el cielo para mi... Y allí, donde nadie escucha , ni ve, se esconden mis deseos y fantasías, dejando mis sueños escondidos para que tu voluntad los diseñe y los cumpla.

¿Acaso puede darse forma el barro así mismo y crearse para así, una vasija?
Solo las manos de un experto puede hacer del barro algo bello, y hermoso apto para ser útil en las manos de quién lo necesite. 
Así deseo ser diseñada aún en tus manos, tú creaste esta alma que se esconde dentro de este cuerpo de barro. 
Aún deseo contar las estrellas que nos saludan en el firmamento, al caer el sol, y sueño con hacerlo en tu presencia.
Como cuando me acariciabas al pie del mar, así aún deseo estar y ser de tu intimidad... resguardada en la intimidad de tu corazón.

Tu copa no se secará nunca en mi, pues conocí la plenitud de tu excelsa deidad, y allí en la naturaleza salvaje de mi espíritu sentí tu amor. Tu ausencia es el infierno para mi, no sea yo apartada nunca del cobijo de tus alas, pues moriría sin ver tu rostro, si no encuentro en mi camino el poder de tus heridas. 
                                          Mi amado, tu copa no se secará jamás.

                        
                             

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