sábado, 11 de octubre de 2014

¡ÁMAME!

Dios le regaló algo a la mujer que el hombre parece ser no tiene en abundancia, y eso se llama: "memoria".
Nos acordamos de cada momento importante de nuestra vida como si hubiese sido ayer... El primer beso, la primera mirada cómplice, la primera vez que dijo "me gustas", las veces que te hacía reír o al contrario el primer enfado, la primera vez que te hizo sentir insignificante y así podría escribir todos los detalles , que para nosotras son imposibles de olvidar. Y sin quererlo muy fácil de recordar.
Hay que tener mucho cuidado como trates a una mujer, porque pasarán los años y su mente estará todavía borbandeando intermitentemente, ese recuerdo, ese malestar, años tras años, sin quererlo y sin poder borrarlo de nuestros recuerdos, aunque hayamos perdonado.
Las mujeres tenemos la manía de sacar los recuerdos a flote y regalarlos al corazón ajeno, que nos hizo daño, años atrás... como un reclamo frustrado, como un recordatorio
, como una advertencia. Pero solo es un mecanismo de defensa, para no recibir más daños que recordar. 
Se necesita valor para almacenar tantos recuerdos y seguir adelante fuerte y con elegancia.
Muchos hombres dicen que no hay quién nos entiendan... que somos muy complicadas, que actuamos a veces de forma incomprensible, que lloramos mucho y a veces sin motivos, que somos un poco inestables emocionalmente, algo gritonas, etc. Pero es nuestra naturaleza.


Hubo una vez, una mujer que le preguntó a su marido, en una cena romántica, que si se acordaba de la primera vez que le dijo que la amaba... suena absurdo la pregunta ¿verdad?. Pues el hombre no tenía memoria de ese momento tan importante para ella, claro está la cena fue una catástrofe.
Pero a veces los hombres son así de simples, sin ánimo de ofender.
Las mujeres solemos ser más sentimentales y románticas que los hombres, y no tiene nada de malo.
Una vez oí decir que "a la mujer hay que amarla, no hay que intentar entenderla." Y la verdad ya tenemos a Dios que fue quién nos creó, a través de la costilla de Adán y a nuestras propias amigas y mujeres de nuestra confianza que son las que nos entienden, mejor dicho, nos entendemos entre nosotras mismas.
A la mujer no hay que tratar de entenderla siempre, hay que cuidarla con mimos y con amor, no con asperidad y sequedad. Con paciencia, con palabras bien sonantes para no ser dañadas, y que nos ablanden ese corazón, pues sabemos que somos difíciles, pero también bellas e interesantes. Una debilidad para el hombre que admira a la mujer, a su contorno e inteligencia. 
Como ya sabrás, la mujer padece de una gran memoria. ¡Cuidado, es un vaso frágil y tierno! ¡La podrías perder y tal vez no decida volver! y por tu terquedad, lamentarás toda la vida haber perdido una gran mujer.

¡A las mujeres no hay quién las entienda!  
Un día, un hombre dijo una vez, en medio de una reconciliación con su mujer: - ¡Cielo, no puedo entender tu enredado corazón!
Pero una cosa si puedo hacer bien, y esa es la que he escogido, amarte hasta el fin.




                  " TAN SOLO ÁMAME"                    
  
                                          

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