martes, 12 de mayo de 2015

SEDIENTA.

Divagar con el corazón por los resquicios de recuerdos exiliados. Anhelando un rescate inmediato, pues muere el alma sedienta, necesitada de agua fresca. Y allí en un ritual grotesco de oraciones inacabadas, se oye un gemir, un clamor, un grito de angustia, convirtiéndose en ecos que afloran de dentro hacia fuera, llenando todo ese espacio-tiempo  en una semejante eternidad.
No son muchas las palabras, pero solo una bastará para salvarme... tan solo si pudiera rozar con unos de mis dedos el aire expulsado de tu boca, quedaría libre de toda atadura.
Si tan solo pudiera mirar  tu gloria, aunque sea por la mirilla de una puerta, sería sufiente para calmar la sed de mi alma.
Pues bien sabe los recuerdos grabados en mi piel, que tu gloria no es comparable con toda la belleza de este mundo... ni aún el más fino y pulido diamante, ni tan siquiera el oro, tendría valor ante todo tu encanto.
Y  aquí, en la angustia de mis deseos, anhelando ser rescatada de este desenfrenado veneno que corre por mis entrañas, llegando a mis venas, quemando todo lo que a su paso encuentra.
No es mucho el tiempo que puedo retener entre mis dedos, pues la respiración es agitada y el llanto que contiene mi alma es desmesurado...
No tardes, el tiempo es corto, no te tardes... ¿He de morir yo en mi angustia.? ¿Seré semajante al cervatillo o al corzo que muere de sed en el desierto.? Pues bien sabe mi corazón que la esperanza en ti, es eterna.
No tardes... no te tardes en venir a rescatarme, pues con mi espíritu muero yo.


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