miércoles, 18 de febrero de 2015

ROMPIENDO SUEÑOS

El miedo se apoderaba de ella en aquel espacio tiempo. Sus latidos se podían oír al otro lado de la puerta.
¿Cómo decir lo que le estaba ocurriendo? ¿A quién se lo iba a contar? Nadie la creería, ni tan siquiera su padre que tanto la amó, la respaldaría, pues buscaría solo el bien de su nieta y solo ocuparían respuestas tales como:
- Eres un poco exagerada. No creo que sea para tanto.
Pero aquella tarde, no existía oxígeno suficiente para sus pulmones, encerrada en su cuarto, a oscuras, intentando dormir a su pequeña, para que la paz reinara aunque solo fuese para los sueños de su hija.
El cazador no teniendo bastante con sostener su propia ira, aquella tarde decidió robarle la poca tranquilidad que cargaba su corazón atormentado, acosado, frustrado, y maltratado, decidió ir en busca suya, la persiguió en el coche, sin que ella se percatara, después de su salida del trabajo, pues habían tenido una pequeña discusión sin importancia por teléfono.
Ella paró a comer, algo de comida rápida, dentro del propio coche, pues necesitaba relajarse, encontrarse consigo misma antes de seguir con el día. Terminó y decidió retomar su camino a casa, cuando de repente, observó un coche detrás de ella, dio una curva un tanto peligrosa, ella miró por el retrovisor, cuando asombrada se dio cuenta que era el cazador, su corazón se convirtió en un verdadero espectáculo de timbales, no se lo podía creer, allí estaba él con los ojos desencajados, la mandíbula apretada, y con una mano amenazadora. Al mirar otra vez, se dio cuenta que en el asiento de atrás iba su hija montada.
Su mundo se venía abajo, el cielo parecía tornarse aún más gris de lo que estaba, ella deseaba en ese momento no existir, desaparecer, lanzarse al olvido de este mundo que por momentos parecía ensañarse con su alma.
Cuando de repente notó un golpe en la parte trasera de su vehículo. El cazador arremetió contra su coche sin piedad.
Ella no podía asimilar todo este acontecimiento repentino. Su hija iba en el coche del cazador, y ella acababa de ser golpeada con su coche.
La furia y el miedo se apoderaron de ella en ese momento. Pero el amor que sentía por su hija, era mayor que todo el miedo que le estaba atormentando. Paró el coche en seco, se bajó, se dirigió a su cazador, lo miró a la cara, abrió la puerta, cogió a su hija y se marchó a su casa.
Solo pudo sacarle un estúpido cuerno y decirle que lo iba a denunciar. Pues los nervios le perseguían.
Pero cuando se dirigía a la comisaría, no pudo, el terror se agolpaba en su pecho, provocando impotencia. Temía al futuro, a las olas de críticas, a la inmensa soledad por el rechazo de sus seres amados. Al sufrimiento de su hija. Temía a un desastre aún mayor.
Así que con lágrimas en los ojos se dirigió a su casa, se encerró en su cuarto, y mientras acunaba a su niña, él aprovechó la situación para robarle la cartera y quitarle la documentación, saliendo despavorido de allí.
Por momentos parecía que respiraban paz, pero eran muchos los recuerdos que le atormentaban en aquel cuarto, las caricias y los halagos, con el tiempo, se tornaron por golpes esporádicos, malos gestos, malas miradas e insultos, desprecios, apatía y noches bañadas de indiferencia.
Sus labios rojos, perdió color, y su sabor dulce, desapareció, reduciéndose todo a un insípido sabor a cenizas. ¡Nunca más! ¡Nunca más! Decía para sí mientras se refugiaba en la oscuridad de su alcoba...
¿Pero hasta cuándo? ¿Cuál era el precio por su libertad?
UN RELATO PARA DENUNCIAR EL MALTRATO A LA MUJER.


No hay comentarios:

Publicar un comentario